La verdadera historia del yo-yo
Está formado por un disco de madera, de plástico o de otros materiales con una ranura profunda en el centro de todo el borde, alrededor de la cual se enrolla un cordón que, anudado a un dedo se hace subir y bajar alternativamente. Se maneja el disco mediante sacudidas hacia arriba y abajo.
Los más hábiles han logrado hacerlo patinar en el suelo o realizar pruebas y piruetas según les permita la imaginación y la práctica. El perrito consiste en lanzar el yo-yo hacia abajo, logrando que el mismo se deslice sobre la cuerda, se deja correr por el piso, procurando luego incorporarlo al ritmo normal del juego. El columpio consiste en deslizarlo, una vez lanzado el Yo-yo, sujetando la cuerda un poco menos de la mitad. Con el otro extremo de la cuerda se forma un triángulo, y se introduce el Yo-yo en el centro, balanceándolo, para luego incorporarlo al ritmo normal del juego.
Es un entretenimiento de niños y adultos. Los modelos de yo-yo van desde los materiales y formatos más tradicionales hasta algunos con luces y sonidos.
El yo-yo tuvo su origen en un artilugio de caza, que usaban en los comienzos de la Edad Moderna, ciertas civilizaciones para obtener sus presas para alimentarse, y requería de cierta habilidad para manejarlo.
En el siglo XVI, los cazadores filipinos idearon un yo-yo, que era un arma constituida por dos grandes discos de madera y una recia liana que los unía. El yo-yo se lanzaba con habilidad, y su liana atrapaba al animal por las patas y lo derribaba, lo que permitía acabar con él con toda facilidad. El yo-yo facilitaba la tarea a los cazadores, como en el caso del bumerán australiano, que también permitía reducir a la presa desde lejos. El nombre proviene del tagalo, una lengua Indonesia que es la más antigua y la más hablada entre los filipinos. En su origen el yo-yo no era, pues, un juguete.
En los años veinte, un americano emprendedor llamado Donald Duncan pudo contemplar el yo-yo filipino en acción. Reduciendo el tamaño del arma, la transformó en un juguete infantil, conservando el nombre tagalo, pero el yo-yo de Duncan no fue el verdadero origen del juego.
Como juguete, el yo-yo se originó en China hacia el año 1000 a.C. La versión oriental consistía en dos discos de marfil con un cordón de seda arrollado alrededor de su eje central. Andando el tiempo, este juguete chino se difundió en Europa, donde fue adornado suntuosamente con joyas y pintado con dibujos geométricos, a fin de que su rotación creara efectos hipnóticos.
El vocablo yo-yo o yoyó, pues de las dos formas se puede escribir, procede del tagalo, la lengua nativa de Filipinas, y significa volver. Hasta hace 400 años, los filipinos usaban el yoyó como arma. No obstante, el origen de este juguete parece estar en China, aunque también era conocido en Grecia por lo menos hace 2.500 años. Los artesanos helenos lo fabricaban con madera, metal o terracota, y decoraban cada pieza con dibujos de los dioses. Algunos de estos primeros yoyós pueden contemplarse en el Metropolitan Museum of Art, en Nueva York.
Hacia el año 1800, el juguete fue importado a Europa desde Oriente: los ingleses lo bautizaron como bandarole, quiz o el juguete del Príncipe de Gales;y los franceses, l?emigrette o incroyable. Por cierto, el emperador Napoleón solía entretenerse con un yoyó. En el siglo pasado, el juguete conoció momentos de gran fervor popular, hasta el extremo de comercializarse yoyós chapados en oro, como los carísimos Gold Fusion, de la de la firma Playmaxx.
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