JUGUETES PARA TODOS

lunes, 16 de junio de 2014

NIÑOS QUE VIVEN DE LA MENDICIDAD

DÍA INTERNACIONAL DE LOS NIÑOS DE LA CALLE

Más de 20.000 niños viven de la mendicidad en Dakar

Según la ONG Plan, muchos de ellos son "estigmatizados y discriminados" al alcanzar la pubertad
EUROPA PRESS | MADRID 
12.04.13 

Más de 20.000 niños viven de la mendicidad en Dakar
Una niña de 8 años trabajando en una mina de sal en Dakar. / Archivo

Más de 20.000 niños viven de lo que mendigan en las calles de la capital de Senegal, Dakar, y muchos de ellos son "estigmatizados y discriminados" al alcanzar la pubertad porque "los chicos son vistos como delincuentes y las chicas como impuras o trabajadoras sexuales", según ha informado la ONG Plan con motivo de la conmemoración del Día Internacional de los Niños de la Calle, que se celebra mañana viernes.
En un comunicado, la organización ha llamado la atención sobre la situación de los llamados "niños talibé", cuyos padres los envían a edades tempranas a estudiar a las escuelas coránicas para que reciban alojamiento y aprendan de memoria los textos del Corán. En estos centros, según Plan, "no reciben alimentación, cuidados esenciales, ni educación formal y llegan a la adolescencia sin saber hablar francés y sin tener un expediente académico que pueda garantizarles una profesión y un futuro digno".
Por ello, los niños que acuden a estos centros se ven obligados a buscarse el sustento mendigando por las calles. Aunque no se conoce el número exacto de niños que viven en estas escuelas, las 'daaras', se estima que entre el 30% y el 40% de los menores que viven en ellas son niñas que, en lugar de salir a mendigar, se quedan en el centro realizando las tareas domésticas, según la organización las 'daaras'.
"Una infancia en la calle es una vida sin derechos", ha señalado la directora general de Plan Internacional en España, Concha López, que ha explicado también que la labor de la organización en el país se centra en formar a los líderes de las escuelas coránicas para que, además del estudio del libro sagrado de la religión islámica, los menores reciban alimento, aprendan francés y puedan tener acceso a educación formal.

Oportunidades de futuro

La ONG ha destacado el testimonio de uno de los 'marabú' (líderes) de uno de estos centros que ha implementado la enseñanza de la lengua francesa de forma complementaria al estudio del Corán y ha introducido mejoras en la atención a los niños. El maestro, Serigne Mohhamed John, asegura que ahora "hay mucha gente que quiere traer a sus hijos al centro" y que su objetivo es que "los niños y niñas que estudian con él tengan las mejores oportunidades de futuro".
La organización ha recordado que, según el informe de 2012 sobre la Promoción y Protección de los Derechos de los Niños, realizado por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, se desconoce el número de menores que viven en las calles a nivel global, aunque se estima que podría ser superior a los 250 millones de niños.
A su vez, las organizaciones locales que colaboran con Plan en los países en que desarrolla su actividad han alertado de que se está incrementando el número de menores que se encuentran en esta situación en algunos países de Asia y Africa, debido, principalmente, a la frecuencia de los desastres naturales, a la proliferación de conflictos armados y a la extensión del virus del Sida, según ha indicado la organización.


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NIÑOS MINEROS EN CHINA EXTRAEN MINERALES PARA FABRICAR iPad


El iPad es un fetiche que no puede faltar entre sus equipos tecnológicos. Más que una necesidad de uso, en algunos casos, se observa una necesidad de mostrar este elemento elegante, que brilla con luz propia y que siempre es objeto de atención. Pero, ¿por qué motivos se fabrica en China? Allí la mano de obra es muy barata, eso es verdad, pero ¿es sólo por eso? En este artículo, veremos un lado pocas veces observado de los elementos necesarios para la construcción de esta tableta que posee tantos secretos, intrigas y lados oscuros como virtudes, cualidades, y aptitudes destacadas. Otra interesante visión que muestra el incontenible avance chino. 

¿Por qué el iPad se fabrica en China?
El iPad es un equipo electrónico que, al igual que cualquier dispositivo móvil, emplea en su construcción, aluminio, vidrio, plásticos, semiconductores, placas de circuito impreso y muchas otras cosas que los usuarios no perciben, tras quedar encandilados con la belleza de sus líneas y la definición de sus cristalinas pantallas. En la elaboración de los componentes que lo conforman, se utilizan muchas sustancias químicas tóxicas, algunos metales pesados y una cantidad significativa de un elemento poco común: tierras raras. Está muy claro y es muy obvio de suponer que un salario en China es unas diez veces menor a uno de Estados Unidos, o de Europa; además, las regulaciones ambientales en China aún están muy lejos de ser las óptimas en cuanto a manipulación de materiales tóxicos o a la emisión de gases de efecto invernadero. Según la escala de países que respetan el medio ambiente, elaborada por la Universidad de Yale (EPI Ranking), China se encuentra en el puesto 116, en peor situación que Irán, Sudán o Congo. Es decir, el costo de fabricación es barato por donde se lo analice y no sólo se debe a la mano de obra barata como mucha gente supone. 


China se encuentra al tope de producción de tierras raras en el mundo

No es ningún misterio, en el mundo tecnológico, que Apple es muy cerrada e impermeable a compartir con la prensa los secretos de fabricación de sus productos, o las materias primas que los componen. Por ejemplo, uno de los elementos sobre los que se desconoce la procedencia es el vidrio frontal, que se destaca por ser muy resistente a los golpes y su fabricante sólo es una presunción o sospecha. Otros de los elementos difíciles de encontrar en el mundo y que intervienen en la construcción del iPad, son las tierras raras. Las conjeturas son múltiples acerca del uso de estos y otros materiales. El profesor de Ingeniería de Cambridge, Dr. Tim Coombs estima que el Lantano (La, número 57 en la tabla periódica) interviene en la construcción de sus baterías de Litio – Polímero, así como las tierras raras pueden tener un papel destacado entre los elementos que dan color y brillo a su novedosa pantalla. Por su parte, los imanes ubicados en los laterales del iPad (ya desde su versión 2), son posiblemente aleaciones de neodimio, el elemento básico para pulir el cristal frontal es óxido de cerio y como estos, muchos elementos de esta naturaleza son utilizados en la manufactura de la tableta. La producción mundial de tierras raras durante 2010 fue de 136.100 toneladas y el 45% fue destinado a la industria de los imanes, los cristales y las técnicas de pulido.

 Una película magnética revela la existencia y ubicación de los imanes dentro de la estructura de iPad

La utilización de tierras raras en la construcción de un equipo tan masivo como es el iPad, saca a la luz algunos planteos que pocos tienen en cuenta. Uno es que China controla más del 95% del suministro mundial de tierras raras y en repetidas ocasiones ha recortado las cuotas de exportación, o ha elevado los precios de manera desproporcionada. Otro, es que ya comienzan a retumbar las voces sobre una necesidad de comenzar a producir, en forma seria e importante, tierras raras dentro del mundo occidental para no depender siempre de China y sus vaivenes. Si bien existen compañías como Molycorp en California y Lynas Corp. en Australia, que tienen intenciones de comenzar exploraciones mineras para la extracción de tierras raras, como siempre, el factor económico a largo plazo es un elemento fundamental que frena cualquier tipo de emprendimiento. Es decir, la exploración, la extracción y la producción de esta materia prima no es un negocio barato y la demanda mundial quizás no justifique el gasto necesario para su puesta en marcha. Máxime aún teniendo a China como regulador de precios del mercado, por tener la mayor cuota de producción mundial. 

Mac

En china el trabajo es para todos hasta los niños como lo vemos

Otra posible fuente de extracción de este elemento, que hoy está en boca de muchos en el mundo tecnológico, es el reciclaje, es decir, el e-waste o chatarra electrónica puede brindar una fuente de recuperación de tierras raras utilizadas en estos equipos que ya han dejado de ser útiles. Algunas empresas japonesas dedicadas a este trabajo están reportando interesantes anuncios de recuperación de tierras raras mientras que otras compañías de Estados Unidos del mismo rubro, destacan que las concentraciones son muy pequeñas en los residuos electrónicos y que eso implica la necesidad de contar con métodos de extracción muy eficientes sobre enormes volúmenes de productos. Es decir, para algunas empresas el reciclaje no es un negocio económicamente viable. Por ahora, no hay muchas opciones para seguir dependiendo de la manufacturación China y Apple es una de las tantas compañías que lo está haciendo. Por lo tanto, más allá de una cuestión de costos operativos, debemos poner nuestra mirada en algunos materiales especiales que China posee y que el resto del mundo, puede tener, pero que todavía tiene que elaborar políticas (siempre a largo plazo) de producción, en momentos en que lo que menos abunda es la inversión.


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NIÑOS MINEROS EN ASTURIAS








Noticias

La memoria de los guajes de la mina









La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina
La memoria de los guajes de la mina

Guaje (guah.e).


En Asturias, rapacín, neñu. Fíu de alguien. Persona moza que ayuda a otra de la que aprende el oficiu. Ayudante del picador mineru, dentro y fuera de la mina. En México, nahua uaxin, acacia, fruto de las platas cucurbitáceas, que se adjetiviza como “bobo” (no te hagas el guaje conmigo –el tonto o despistado-). En Inglaterra, se asocia con la palabra y la pronunciación “washer”, traducido como “el lavador”, el chico del lavadero (de carbón o de maquinaria, labor tan encasillada a mujeres y niños en los siglos XVIII y XIX). Y en Alemania, “wagen” traducido como “el de las vagonetas”. En estas dos últimas naciones, netamente industriales, lo asemeja a los significados que el término cobra en Asturias y las cuencas mineras españolas.

Son muchas las familias mineras en las que aún se dice y se recuerda que el padre o el abuelo “comenzó muy de guaje a trabayar en la mina”. Pero para muchos, en nuestro país y en el ámbito de influencia internacional del castellano, la palabra “guaje” no siempre está cargada de los profundos ecos y significados que la misma tiene en las cuencas mineras asturianas, incluso en las leonesas o palentinas, en las que el término también se generalizó y extendió a la vida del día a día como sinónimo o referencia vigente de juventud (“tas hecho un guaje”); mutando desde el origen de su uso en los albores de la minería para catalogar de forma terrible al más “pequeño trabajador”, es decir, al niño que desde muy temprana edad se dejaba sus mejores años, su salud y su vida en la mina.
Parece que fue hace un montón de años cuando la Organización para las Naciones Unidas junto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) comenzaran un arduo trabajo para conseguir en el planeta la erradicación del trabajo infantil, previniendo y combatiendo la explotación infantil, primero con una estipulación a los países de una edad mínima de admisión al empleo y posteriormente promoviendo estrategias orientadas a la concienciación y educación y, allí, donde mayor se dan (países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo) a la atención prioritaria de niños, niñas y adolescentes víctimas de las peores formas de trabajo infantil.
Hace menos, tan solo 20 años, en 1992, la OIT creó el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC, por sus siglas en inglés) una iniciativa de cooperación técnica dedicada exclusivamente a prevenir y combatir el trabajo de los niños y niñas. A pesar de los progresos en las zonas más avanzadas de la Tierra, el programa aún sigue vigente. Y por duro y cruel que parezca, el sector de la minería es uno de los campos en los que más se produce este criminal hecho, la mayoría de las veces fomentado y controlado por las mafias, al margen de los estados, aprovechando la pobreza severa de muchas zonas del planeta y, digámoslo abiertamente, los pocos escrúpulos de un sistema capitalista que en los llamados países del primer mundo u Occidente no se pregunta el por qué del escaso coste de algunos productos machados por la aberración, la sangre y el sudor, de este tipo cruel de explotación. El carbón no se escapa a ello.

“Trabajábamos en la mina con 13 años como un favor”

Pero aunque en España, afortunadamente, el desarrollismo puso fin al trabajo infantil, todavía hoy en Asturias viven muchos de aquellos que de fueron “guajes del carbón” con todo el dolor de la situación. Aquellos que con menos de 16 años, hasta entrados los años 50, entraban a nuestras minas, dejando el colegio, sus familias y arriesgando la vida, en busca de un pequeño salario que, a cambio de un trabajo semiesclavo, compensará la pobreza de sus familias, la carencia de recursos o incluso la orfandad. Algunos de ellos, se recuerdan perfectamente con 14 o con 13 años, en plena postguerra, ante su primera prueba en la mina. Y cómo los encargados de la plantilla de las empresas mineras “hacían la vista gorda sobre la edad”: “Sabían que mi padre había fallecido en la mina y que éramos ocho hermanos en casa; te apuntaban y te decían ´tu chitón guaje, no digas na y a trabayar, que hay que comer´, así que ni se veía mal ni nada porque era como un favor, porque ciertamente pasábamos mucha necesidad”.
Quien lo dice rebasa por poco los 80 años y trabajó en una mina de montaña entre Mieres y Langreo. Tiene la silicosis tras 40 años de vida laboral y cuando escucha eso de que “los mineros son unos privilegiados y tienen unas pensiones de oro” no puede más que sentir vergüenza e indignación. Pero no es el único. Es más, podríamos llenar varias páginas de esta revista con los nombres de mutualistas que fueron niños mineros, que fueron guajes.
El tiempo pasa y hoy parecen historias de otra época, en blanco y negro, a las que cuesta asomarse y que se cuentan poco pese a que centros muy transitados como el Museo de la Minería de Asturias, o películas o libros de gran éxito en todo el mundo como “¡ Qué verde era mi valle ¡”, de John Ford , ó “La caída de los gigantes”, de Ken Follet, los describen perfectamente en nuestro mundo y con una conexión generacional tan directa como para seguir grabado a fuego en nuestro ADN.
Villa, el futbolista, de raíces mineras y precoz delantero sportinguista, popularizó el término en España, muy extendido en Asturias, pero cuyo origen, singularmente conectado con otras zonas industriales europeas, recuerda a los niños que demasiado temprano abandonaron su infancia para entrar prematuramente en un mundo laboral salvaje
Los álbumes del carbón del Montepío de la Minería Asturiana se abren esta vez por algunas de las páginas con fotografías sepia, en blanco y negro, que nos muestran esos niños que no tuvieron la suerte de matar sus días soñando con ser futbolistas como “el guaje Villa”, probablemente uno de los personajes que más ha popularizado indirectamente en nuestro país el significado del término “guaje”, acuñado por los veteranos de la primera plantilla del Sporting cuando el genial futbolista de Tuilla era aún un “yogurín” de la cantera de formación de Mareo. Porque guajes, en Asturias, fuimos todos, aunque a la mina, por suerte, solo fueran unos nenos muy concretos, aquellos a los que desgraciadamente, y aunque el tiempo diga que lo cura todo, lucharon en tiempos de la infamia no solo por su vida, sino también por el progreso de Asturias y de este país, dejando mucho más que su esfuerzo y su salud en la labor –algunas, como el recordado guaje de Orillés, recordado en esta sección, incluso con la vida-.
Son ellos, muchos seguidores de esta revista, a quienes nos gustaría dedicar, recordar y homenajear esta sección, con una llamada a la reflexión para quien, en nuestro tiempo, obvia su responsabilidad humana y ética y aún se tapa los ojos hacia la llegada de mercancías producidas por niños y niñas explotados. Y el carbón internacional no ha sido ajeno a esto.

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LINARES Y SUS MINAS




Cuando celebramos, no sin callada vergüenza, el dieciséis de abril, el Día Internacional de la Esclavitud Infantil, debemos reflexionar sobre un amargo dato ofrecido por UNICEF: “346 millones de niños y niñas son sujeto de explotación infantil en el planeta y al menos sus tres cuartas partes (171 millones) lo hacen en condiciones o situaciones de peligro”.
Como persona, me indigno, me revelo y, silenciosamente, le grito a tu conciencia para que te pongas de mi lado.
Hoy día, famélicos críos recogen un nuevo mineral denominado coltan, en maltratados países africanos, para que nuestros ordenadores y móviles sean más pequeños, efectivos y operativos. Hace no más de ochenta años también trabaron, en las mismas paupérrimas condiciones, nuestros abuelos.
Sí, mi erudito lector, aquellos antepasados que llevan la misma sangre que nosotros, en su fugaz niñez, trabajaron en condiciones infrahumanas. Dentro y fuera de las plomíferas galerías. Alguien me dijo una vez, que eso dignificaba o que nunca existió. ¡Que error más draconiano! Sí podemos sentirnos orgullosos de su honorabilidad, de su pundonor, su decencia, y su decoro. Pero sintiendo una penosa, dura y profunda amargura por lo que representaron.
Por eso Juan, cualquier pequeño Juan, nos cuenta su insignificante aventura.
Juan, el más pequeño, con su gorrita de viejo, enjuto y demacrado rostro macilento, de este ingente cuarteto de hambre y penuria, hoy no ha ido a la escuela.
Su maestra se pregunta, mientras remueve las ascuas miserables de su braserito de picón, vertidas como hormigas humeantes, en una lata de membrillo con dibujos de flores oxidadas y negruzcas, donde se calienta toda la clase. Maestra, con hambre atrasada, espera en silencio y con decencia, el trueque del que aprende, los despojos del que manda, por su esmerada enseñanza.
-  ¿Dónde está Juan? Lleva meses sin aparecer por clase.
Los niños callen y ríen.
- La rabona no la ha hecho señorita, contesta aquel, que por suerte, duerme y sueña tranquilamente, por la lucha y la suerte de sus mayores.
- Se fue con su padre a las seis de la mañana.
- ¿Dónde, Paquito?, interroga la maestra angustiada y un poco triste al conocer de antemano la respuesta.
- Al terreno señora, al rumbo señora, con la pala señor…siempre igual señora.
¿Jugará Juan esta tarde en la era? ¿correrá por el barrio de “La Guita”? No, no podrá. Cuando vuelve ya no hay sol.
Su madre, besándolo con silenciosas lágrimas, lo lava. Huele a plomo, tiene grisácea tierra en su alma. Sus manos, que debían ser finas, pequeñas, dulces e infantiles, se muestran cruelmente encallecidas. Su espalda, que debía estar colorada y erguida aparece morena, descarnada y doblado.
Con diez años no conoce la alegría, no disfruta de un juguete. Su pala no es de playa, ni de castillo sobre cálidas arenas. Su pala es de hierro, su pala es su sustento. Pese a todo nos dice:
- Qué orgulloso me siento de ser quien soy, pero sueño, espero y rezo para que mi hijo tenga un porvenir mejor que el que tengo yo hoy. Porque sabes y te cuento que vivo como tantos pobres mineros que algún día deberán de ser felices.
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MUJERES MINERAS VALLE DEL TURÓN

Mujeres mineras

Mujeres mineras
Nueva colaboración con artículo de Montserrat Garnacho Escayo, nacida en Mieres, licenciada en Filología Románica y actualmente profesora de Llingua asturiana en el IES Valle de Turón. Además de reconocida escritora, con varios premios en su haber, Montserrat es una gran investigadora de la antropología asturiana y en este caso del tema minero. Su texto “Mujeres mineras” más que un tributo es una exigencia de justicia histórica.
Mujeres mineras
Nuestro agradecimiento a Montserrat Garnacho por su colaboración y a Ediciones TREA que, en la persona de Carlos,  amablemente ha aceptado el poner a disposición de www.elvalledeturon.net este capítulo del magnífico libro "Asturias y la mina". Esta obra publicada por la editorial gijonesa es un documento imprescindible a la hora de conocer nuestra región y el hilo conductor industrial que la ha moldeado. Gracias por ello.


 -¿Y no te parece muy osado mezclar a las mujeres con este asunto de la mina, con el que nada tienen que ver?
-¡Cómo te atreves, bocazas! Las mujeres tenemos que ver con este asunto de la mina más del doble que vosotros. En primer lugar, porque parimos. En segundo lugar, porque somos las que tenemos que enviar allí cada día a nuestros hijos y a nuestros esposos y las que tenemos que llorarlos...

Y EN TERCER LUGAR, siguiendo con esa paráfrasis de Aristófanes y de su Lisistrata - que, como es sabido, de lo que está discutiendo con elcarboneras del nalón.jpg «bocazas» funcionario ateniense no es «de la mina», sino «de la guerra»- podríamos añadir que «el asunto de la mina» atañe también a las mujeres porque ellas fueron quienes mantuvieron con su trabajo buena parte de la estructura económica y social que la hizo posible en cualquier época y lugar. Y no sólo rezando y «criando a sus hijos entre amor y lágrimas y siendo las dignas compañeras del hombre», como anota el historiador Tuñón de Lara en Asturias, un libro-homenaje a los mineros con textos de diversos autores (1964); y no sólo siendo esas «madres coraje» que paren y atienden la casa y la familia y el ganado y la huerta y cuidan de los viejos y los enfermos y «a la boca del pozo lloran impotentes su agonía en silencio», como las que nos encontramos en las canciones de Víctor Manuel; sino, además, realizando innumerables labores -guardabarreras, pantaloneras, lavanderas, alpargateras, chigreras, telefonistas, enfermeras, maestras, cocineras-sin las cuales nunca hubieran sido posibles las de la minería.

La historia de la mineria, también en femenino


Pero, por si las anteriores razones fueran pocas, aun queda una última y principal razón para relacionar a las mujeres con «el asunto la mina». Y esta vez, no de modo tangencial, sino directamente. Porque, aunque nos empeñemos una y otra vez en olvidarlo por una malévola y endémica enfermedad social de la memoria; y aunque siempre haya quienes -como el «bocazas» funcionario ateniense- se rasguen las vestiduras ante la sóla mención del tema; y aún cuando sean las propias mujeres quienes más se escandalicen, lo cierto es que, en Asturias, al igual que en todas las minas de Europa, hubo siempre cientos de mujeres mineras -o carboneras, por nombre más conocido- trabajando en todas las actividades relacionadas con el carbón, tanto en el exterior como en el interior de la mina. Y lo cierto es que la historia de la minería asturiana de los últimos ciento cincuenta años es también una historia en femenino: la historia de nuestras abuelas, de nuestras madres, de nuestras vecinas. La historia de nuestro último siglo y medio de existencia, Nuestra propia historia.
 
Dicen que les carboneres que tienen mui mala nota.
iCarbonera ye la mia y nun la cambio por otra!

¿Que podía hacer hasta mediados del siglo XIX un aldeano asturiano, con una economía casi sólo de subsistencia y trueque. para ganar algunos reales que le permitieran comprar un trozo de tierra, una vaca, unos zapatos? Muy poca cosa, salvo emigrar, hasta que empezaron a explotarse las minas. ¿Y qué podía hacer una mujer? Menos aún, salvo arrancárselo a los hombres, por matrimonio o como pudiera, como enseguida constantin meunier.jpgsupo Paula, la madre del magistral Fermín de Pas, de quien Clarín nos dice en La Regenta que «hablaba poco y miraba mucho. Despreciaba la pobreza de su casa y vivía con la idea constante de volar..., de volar sobre aquella miseria. Pero ¿cómo? Las alas tenían que ser de oro. ¿Dónde estaba el oro? Ella no podía bajar a la mina ...»

En su Matalerejo tal vez no, pero en la Asturias de mediados del XIX sí que hubiera podido, como ya lo estaban haciendo muchas mujeres en las minas de toda Europa. Mujeres niñas como las que en Inglaterra trabajaban «sacando los carbones por tubos a lo largo de galerías por medio de una correa y una cadena que pasan alrededor de su cintura y que después de algún tiempo se vuelven jibosas y deformadas», como denuncia Carleton Smith en 1833. Como esa joven Vagonera de Borain bajando al pozo del pintor belga C. Meunier. Como Catherine Maheu y las otras mujeres que en las minas francesas de Montsou alimentaban cada día con su trabajo y sus vidas «Ia boca enorme, el estómago siempre hambriento, los insaciables intestinos» de La Voreux y de una Revolución Industrial «capaz de tragarse y de digerir de una sola vez a todo un pueblo», como leemos en el Germinal de Zola. Mujeres como las que en Mieres, en Turón, en Lena, en Langreo, en Aller, en Laviana empezaron buscando en el carbón sólo un dinero ocasional -al igual que los hombres- y que trabajaban muy esporádicamente, sólo cuando había una repentina demanda de carbón por parte de las empresas (como ocurrió durante la paralización de la siderurgia vasca durante la tercera Guerra Carlista) pero que pronto se convirtieron – al igual que los hombres - en auténtico proletariado minero que tuvo que ir renunciando poco a poco a los modos de vida tradicionales para adaptarse a nuevos modos de vida y vivienda en tomo a bocaminas y pozos. Mujeres que, con frecuencia - excepto para las tareas que requerían especial fuerza física - los empresarios preferían incluso a los hombres, por diversas razones: porque no perdían jornales ni andaban a navajazos ni bebían (salvo excepciones, como la de la madre de la Marianela de Galdós, a quien precisamente despidieron de las minas de hierro de Socartes por emborracharse); porque si venía una época de crisis, eran mano de obra de la que podían prescindir sin problemas y sin que las recién nacidas organizaciones obreras le dieran al hecho ninguna importancia; y además - sobre todo - porque aunque una mujer rindiera exactamente lo mismo que el hombre que trabajaba a su lado, cobraba solo la mitad .


En 1883 trabajaban en las minas asturianas de hulla 616 mujeres, a las que se fueron sumando muchos otros cientos y miles a lo largo del siglo XX. Mujeres cuyo pequeño nombre negro ha ido quedando enterrado por el derrabe de la épica de las gestas mineras masculinas y a quienes apenas si recuerdan hoy -en palabras de A. Camus – las flautas anónimas de nuestro pueblo:

 
El primer besu que dí
fue a una neña del Fondon,
como taba trabayando,
tou me Ilenó de carbón.
 

Mujeres como Rosaura o Florenta...


Mujeres como Rosaura, la madre de Rosina, que bajaba cada día con sus dos hermanas desde Prau Reondu a La Mariana para cargar los vagones en la galería, a pie de rampa, y sacarlos con los bueyes hasta el descargadero. Como la tía Florenta, que bajaba dos viajes diarios desde el quince de Mariana hasta Fábrica de Mieres con el carro del país y siempre fumando y cantando, haciendo crujir los ejes de la noche, par aquellos montes. O como Fina, que cuando la «huelgona» del 62 bajó con las otras mujeres de Brañanoveles a tirar piedras a los esquiroles y fue despedida por el Gabinete Negro de Fábrica de Mieres junto con otros más de seiscientos mineros. Mujeres que entraban a trabajar a la mina todos los días y que si nunca bajaron a los pozos, como las de Germinal o Borain, fue por la sencilla razón de que en Asturias no habían abierto pozos todavía. Mujeres que, poco a poco, y debido a la presión social y las denuncias de las organizaciones obreras y a las sucesivas leyes prohibiendo «todo trabajo subterráneo en el interior de las minas a los menores de dieciséis años y a las mujeres, cualquiera que sea su edad» - según leemos en el Reglamento de Minas, todavía en 1912- tendrán que ir abandonando cualquier labor de interior.

A los empresarios esas prohibiciones les daban igual, a estas alturas. Las que se referían a los niños, porque se las saltaban; y las que afectabangrupo de mineros.jpg a las mujeres, porque desde finales del XIX las empresas habían empezado a lavar y escoger todo el carbón para hacerlo mas competitivo y no había ninguna razón para que ellos se enfrentaran a las denuncias de la OlT., al vocerío de la prensa e incluso a la propia Iglesia Católica y el pensamiento rerum novarum de León XIII cuando, de todos modos, alguien tenía que hacer las labores de exterior.

Oficialmente, según Datos para el estudio de la cuestión social de Femando García Arenal, a finales del XIX «las mujeres trabajan en la cuenca minera sólo en el exterior, ocupándose en el lavado y carga de wagones. Ganan pts. 1,05 y por este precio trabajan en los lavaderos» toda la noche, «en algunos como regla y en otros sólo en las épocas en que hay mucha demanda de carbón: alternan en el trabajo de día y de noche pero sin recibir aumento en el último caso. EI salario es la mitad que el de los hombres y menor que el de los chicos que ganan de 1,25 á 1,50».

o Paula o Raquel...


No, aunque Paula hubiera podido bajar a la mina, nunca se hubiera hecho rica ni hubiera podido «volar». Ni en Asturias ni en ninguna otra parte. Ni en aquellos años ni en las décadas posteriores. Y ni en las minas de carbón ni en las de cobre o hierro o mercurio, en las que también trabajaron cientos de mujeres. Y ni aunque hubiera ganado diez veces más que un hombre, tampoco. Porque es que, además de escaso, el dinero que las mujeres ganaban no era de verdad suyo, sino - como el trabajo- ocasional, prestado. Porque, dado que las mujeres no tenían entidad social, sino que eran sólo las «hijas de» hasta que «tomaban estado» y se convertían en «esposas» y «madres de», el dinero que pudieran ganar no era más que una parte del montoncito familiar. Aunque luego fueran ellas quien lo administraran, como hacia la Señana con el montoncito de la familia Centeno entre la que malvivía Marianela y que - escribe Galdós - amaba a sus dos hijas y dos hijos mineros par encima de todas las cosas «siempre que se avinieran a trabajar perpetuamente en las minas, a amasar en una sola artesa todos los jornales, a obedecerla ciegamente y a no tener aspiraciones locas, ni afán de lucir galas, ni de casarse antes de tiempo, ni de aprender diabluras ni de aprender sabidurías...»

Los hombres, sí. Los hombres, sí querían, podían irse a vivir solos, en los numerosos cuarteles que se hicieron para ellos, o de pensión. Y podían aprender sabidurías por la noche, en las escuelas para adultos que las empresas pagaban en los pueblos, o en la Escuela de Capataces de Mieres. Las mujeres no. Y ni aunque tuvieran alguna hija mayor y al volver por la noche de trabajar ya no hubiera que hacer lo de casa . Y, de hecho, la primera mujer perita, Raquel Fernández, no terminó su carrera hasta 1973, con un considerable revuelo social y entre chistes del tipo de los que firmaba en ese mismo año un tal Raúl en la revista Hulla de Hunosa, como ese en eI que vemos a una minera - ¡con casco y collar de perlas yamalia la de rozaes.jpgvestido de abundante escote! – y a un minero frente a frente, se supone que ambos trabajando:

 
-¡Y no olvides que aquí soy la perita!
-iY qué perita, madre mía, cómo para comérsela uno!
 
 

Aprendiendo "diabluras"


Y además, los hombres podían «aprender» también todas las «diabluras» que quisieran. Las mujeres, en cambio, tenían que ser «formales» o pagar muy caras las consecuencias, en una sociedad que - a diferencia de la campesina y artesana tradicional, en la que ellas cumplían una función social prominente - las destinaba ahora casi exclusivamente a la cría, cuidado y mantenimiento de la prole y las hacía depender económica y psicológicamente del salario y la protección del hombre. Así, las mujeres normalmente trabajaban en la fábrica o la mina sólo hasta que se casaban. Luego, aunque por las noches o de madrugada o cuando las dejaban sus ocupaciones familiares siguieran «buscando la peseta» como costureras o lavanderas, tenían que renunciar a cualquier trabajo que las alejara más de diez minutos de la vigilancia del carbón de la cocina donde se estaba haciendo la comida y que supusiera un obstáculo para su destino social de «madres» y «esposas». Por razones de tipo moral, ya que «si bien hay algunas que resisten todo género de tentaciones y malos ejemplos, otras no pueden conservar su virtud expuesta a la continua lucha y constantes peligros que por todas partes las rodean», pero también -sobre todo- por razones prácticas, puesto que, sumando a esa jornada de doce horas en el exterior de la mina el trabajo del hogar, «las pobres mujeres casadas agotan sus fuerzas, envejecen rápidamente y no pueden llenar como es debido su misión en la familia», continúa diciendo en su informe el hijo de Concepción Arenal.
 

Duras condiciones laboralesla aurora social.jpg


Porque no se piense que el trabajo en la cadena de escogido en los lavaderos de carbón era en absoluto fácil. AI contrario, «las condiciones higiénicas de esta clase de obreras, reclaman con urgencia, tanto desde el punto de vista moral como físico, el ser sustituidas por otra clase de medios más en armonía con los adelantos modernos; pues en efecto, el escaso jornal que ganan, la naturaleza, especial de sus trabajos, faltas de luz constantemente y llenas de humedad, hacen de esta ocupación la más insalubre y nociva de todos los demás operarios», señalaba a finales del XIX el doctor D. Nicanor Muñiz Prada. Y su situación no mejoró mucho a lo largo del siglo XX.

Los sindicatos, que desde su aparición han hecho del trabajo de las mujeres y los niños una de sus puntas de lanza reivindicativas, siguen tratando de redimirlas. Manuel Llaneza en La Aurora Social dedica las siguientes palabras a una joven y extenuada y huérfana pizarrera:
 
iNo llores más! Seca tus lágrimas, y ven a luchar por tu libertad, ven a luchar con tus hermanos que como tú sufren el yugo de la explotación y todos unidos implantaremos otra sociedad más equitativa en donde para tí, débil ser, serán los aromas de las flores, y los encantos de Ia naturaleza.

No pudo ser. En 1914 Europa entra en guerra y la demanda de carbón asturiano - a falta del belga, inglés y francés - arranca de nuevo a las mujeres de los encantos de la naturaleza para llevarlas otra vez a los dominios de Plutón, a trabajar en ellos un mínimo de doce horas diarias y un máximo que dependía de cuando saliera el último vagón cargado del mineral que tenían que lavar.

Mujeres que tienen que ganarse su medio jornal en un ambiente tan embrutecedor para ellas como para los hombres, aunque mucho mas difícil de sobrellevar en el caso femenino, aI alejarlas ese embrutecimiento de una estima social que para los mineros ya era escasa. Mujeres que tienen que ir y venir y trabajar siempre en grupo y con un vigilante especial que las defienda de las agresiones de sus propios compañeros y que, desde luego. si trabajan en las minas es porque no tienen ningún otro lugar a donde ir. Y sólo el tiempo indispensable, desde los trece años hasta que se casaban. Excepto cuando, casadas o no, son mujeres sin hombre: Viudas, madres solteras, mujeres cuyo compañero es, como el de La carbonera
 
...un picador de primera,
el as de la regadera,
que aI montón gana Ia plata
y aI montón la desbarata
por borracho y calavera.

mujeres de la mina.jpgMujeres cargadas de hijos cuyos hombres no entregan nunca «el sobre» con la paga y que «gastan en la hedionda taberna lo que hacía falta en el hogar para un pedazo más de pan» - en palabras de reprensión a los mineros de Manuel Llaneza -. Mujeres que muchas veces tienen que llevar consigo a sus hijos de pocos meses para poder darles el pecho y que - como las que trabajaban en los años cuarenta en los lavaderos de La Nueva - tienen que trabajar y vigilarlos a la vez, dormidos en el suelo, sobre el aire caliente, viciado, sucio, negro, de las rejillas de los respiraderos. Mujeres que nunca fueron débiles y que sabían perfectamente que de compasión no se comía.

 
Carbonerina de Ciaño
que pañes carbón na mina
la tu carina musgada,
ay, qué pena vete ansina.
Carbonera , carbonera,
nun vaigas más a la mina ...
 


Rosina, Enriqueta, Lourdines, Alegría ...


Mujeres como Rosina, la hija de Rosaura «la del Carboneru », que en 1914, a los dieciséis años, entró en los lavaderos de La Cuadriella para trabajar hasta 1918 y que siempre recordó esos cinco años como los únicos felices de su vida porque «yo, como estaba huérfana y vivía de pensión, como los mineros, salía de trabajar mis doce horas y para mí era la vida, para hacer luego lo que me diera la gana. Pero hasta que me casé». Hasta que se casó con un hombre brutal – recuérdese que las palizas en la noche de bodas y vida en adelante formaron parte durante muchos años del ritual de cortejo y matrimonio de muchos mineros - y se puso a parir y a criar a sus ocho hijos con lo que Ie pagaban los posaderos que también tuvo que meter en casa.

Como Enriqueta, la hermana de Rosina, que, como no se casó porque no le dio la gana y porque los hombres le tenían miedo desde que una vez lerosina.jpgpegó una somanta a un maquinista que era un golfo y «se tiraba a las mujeres», siguió trabajando hasta que se jubiló.Y luego, cuando fue a Madrid a solicitar el tercer grado de silicosis por el polvo de los lavaderos, también tuvo que sacudirle la solapa al de la oficina, porque , al decirle lo de la silicosis, como era una mujer, se echó a reír, creyendo que Ie estaba tomando el pelo.

Como Lourdines la de Fresneal, que dejó la leche que repartía para entrar de vagonera a los trece años y que los primeros días no podía ni atarse los lazos de las trenzas y tenía que peinarla su madre, de cómo llevaba los brazos de cargar los vagones de veinte toneladas. Y que conserva aún en su retina la catástrofe de 1923 en Baltasara: «Trece muertos, allí quietinos. ¿Y sabes por qué sé yo que era un lunes? Porque, como acababan de entrar, estaban todos con la ropa recién lavada, tan guapos, tan limpios...»

Como Alegría, que bajaba de Riparape a Llascares todos los días, desde que entró de atropadora en 1914, a los trece años, y a la que en 1923 castigaron no sé cuántos días «por blasfemar y por sacar cantares», al rey y a la reina y a Primo de Ribera, porque pensaban que el dictador iba a subirles el jornal y lo que pasó fue que se lo bajaron quince reales.

Guerra, ideologías y trabajo...


Mujeres que en 1918, al final de la Guerra de Europa y de la época dorada del carbón asturiano, son obligadas a volver a casa o, con suerte, a seguir trabajando en condiciones aún peores que las de antes durante los largos años veinte de dictadura y crisis. Y bajo una mirada social cada vez más hostil, ya que la aparición del cine y las revistas de modas y la renovada presión ideológica de la Iglesia, empeñada en una eficacísima captación de mujeres para la Acción Católica y para todo tipo de actividades sociales ligadas a las prácticas religiosas, está consiguiendo que la palabra mujer se convierta en adjetivo y la palabra minera en su antítesis, de tal modo que quien sea mujer minera no pueda sentirse mujer mujer. A no ser manipulando significados, como hace Sisinio Nevares en EI patrono ejemplar, un estudio realizado en 1935 sobre la obra social del marqués de Comillas en la Hullera Española, en cuyas minas estaba absolutamente prohibido a las mujeres todo tipo de trabajo, ni interior ni exterior:

EI fin perseguido en estas Escuelas del Hogar es preparar a las jóvenes mineras no sólo administrar o dirigir los hogares de sus padres, sino el suyo propio cuando contraigan estado, para que resplandezca el orden, la economía y la higiene necesaria, y su compañero encuentre más comodidad y agrado que en las tabernas y casinos, donde está expuesto al abuso del alcohol, al desamor de la familia, a propagandas orales extremistas.

A lo que estaban expuestos los españoles por esas fechas era a algo mucho peor, como se sabe. Y a partir de 1937 y durante casi dos décadas, la necesidad de carbón y la escasez de hombres vuelve a llenar Asturias de mujeres mineras - ahora se llamarán productoras- para todo tipo de labores de exterior e incluso - sobre todo de 1937 a 1939 - para trabajos más o menos subrepticios de interior. Mujeres asfixiadas socialmente por una clase dominante que acababa de hacer de la lucha contra los mineros una cruzada y que convirtió aI femenino minera en algo definitivamente vergonzante y sucio. Mujeres que, definitivamente, sólo buscaban su medio jornal en los lavaderos cuando no les quedaba ya donde buscar y que con frecuencia tenían que pagar muy caro el favor que les hacían admitiéndolas y militarizándolas: Viudas de «rojos»; solteras con hijos; mujeres con el hombre desaparecido o mutilado o preso en un campo de concentración o de trabajo; mujeres de mineros muertos en accidente a quienes se les ofrecía el medio jornal a cambio de la paga de viudedad, más miserable aún; mujeres que nunca se rebelaron porque no podían ser tan ingratas con quienes les habían hecho la caridad de meterlas a trabajar, ni participaban casi nunca en nuestras gloriosas huelgas mineras porque a donde podrían ir, con los hijos a su cargo, si las despedían. Cientos y olvido1.jpgcientos de mujeres, vagoneras, lampisteras, aguadoras , pinchas, pizarreras, lavaderas y muchos otros miles trabajando al margen de las empresas, en cualquiera de las innumerables actividades económicas derivadas en aquellos años de la extracción del carbón. Mujeres como las que vemos en los cuadros y dibujos de Urbina, Valle, Moré, que lo atropaban piedra a piedra, «a mandilaos », por escombreras y descargaderos hasta llenar los sacos que luego vendían por las casas o en los depósitos de los carboneros; como las que lo sacaban de los «trabancos» del rio «a cestaos», de lo que se arrojaban los lavaderos, para lIevarlo pingando sobre la cabeza a las enormes balsas y luego pisarlo, a veces con las natas negras hasta la cintura, para que soltara bien el agua; como las que entraban por las noches a picar carbón en el mismo frente en el que los hombres picaban de día, o abrían y entibaban diez, quince, veinte metros de calicata en cualquier lugar del monte donde vieran que el carbón «afloraba»; como las que iban todos los días a la cinta de escogido para lIenar los sacos de los «vales» y luego repartirlos por las casas, monte arriba y monte abajo, como hacia Amalia la de Rozaes, en El Barreo...

Olvido la minera y tantas más...


Mujeres como Olvido la minera, que estuvo picando ocho años en las minas de Fabero, entre 1962 y 1970 porque cuando su marido enfermó fue a pedirle al dueño de la mina que la dejara trabajar por él y el otro le contestó que «si me sacas lo mismo, a mí que me importa quién lo pique» (aunque, claro, con los papeles a nombre del marido, porque ella no podía figurar ni para cobrar ni para nada) y que «rompió aguas» a las doce de la mañana, picando, y a las tres de la tarde ya había parido su sexto hijo, que por poco lo pare entre el carbón... Mujeres como María la polaina, Faela la francesa, Angeles la pulguina, Nieves y Sagrario las de Cuarteles, Leontina la de Santa Rosa, Gelina la pesquera o Malia y Encarna, las de Rozaes de Bazuelo. Como Marcelina la lampistera, que también tuvo que pegarle una somanta al vigilante por abusar de Rosa la tontina, y eso que eran primos. Como Flora la de Tablao, muerta en un derrabe una noche que habían ido todas juntas a robar carbón al quince. Como Inés y Fela, las de Tres Amigos , o Daniela la matona y Amparo, su hermana. Como Angeles la nena, que hacía dos horas y media de camino desde Casorvía a los lavaderos y otro tanto de vuelta. Como Pilarona, que la despidieron de Nicolasa porque sí se quedó en huelga. Como Divina calicates, que abrió ella más metros de galería que túneles el tren. Como Maria la tarambana, que llegaba y se sentaba siempre a la puerta de casa a «echar el pitín»olvido.jpg y primero estaba dos horas escogiendo las hebras de tabaco de entre los botones y los hilos que sacaba del bolso del mandil y echando cagamentos . Como Olvido la del cestu, que era ramplera, vagonera caballista, lavadera y pizarrera, todo a la vez, en la Carmona y en los lavaderos de Cuestavil y que murió reventada, silicosa. o como Pilar la de Romeria y Nati la de Navaliego, que en vez de vagoneras eran cesteras, porque sacaban de la galeria el carbón «a cestaos», o como Pacitona, que levantaba un yunque como si nada y que tenía una mula listísima y Ie decían siempre a su madre «¡vaya mula más lista que tien Pacitona, eh!» y contestaba ella « ¡sí, pa lista la mula, pero pa fuerza, la mi fía!» Como Ramona la anisina, a la que también des pidieron por beber. O Ramonina la de Ujo, que no pudo casarse con el novio, después de cuatro años, porque no podía dejar de trabajar hasta no sacar adelante a los hermanos, porque eran huérfanos y él ni quería que ella trabajara ni quería esperar más. O como Lola la carbonera, que nació en 1895 y se retiró en el 1965 y que acaba de morirse, a las puertas del siglo XXI, a los ciento tres años de mina...
 
Aunque estoy en la cadena
escogiendo la pizarra
no tengo mancha ninguna
que no me la lave el agua.

Mujeres de cuerpo encogido, sarmentoso, viejísimo, arracimadas hoy todavía al sol de los parques y para las que las fechas de los libros - 1906,1914,1917,1934,1936,1941,1963,1975,1984- no significan absolutamente nada, confundidas todas en un hondo amasijo de anécdotas y hambre y sufrimiento nacido de una única larga guerra solitaria, interior. Mujeres que nunca se sintieron mineras porque era malo serlo y que se escandalizan cuando oyen hablar «del asunto de las mujeres y la mina». Mujeres que para sobrevivir han tenido que colocarse fuera del alcance de los adjetivos, de los museos, de los libros de historia, de las tesis doctorales, de los planes económicos de las empresas, de las tramas carboneras de los sindicatos.

Mujeres devueltas a su condición femenina


Mujeres que, cuando a finales de los años cincuenta y en los sesenta los lavaderos se centralizan y ellas pueden por fin «ser sustituidas por otra clase de medios más en armonía con los adelantos modernos», como pedía Muñiz Prada ya en 1885, bendicen a Hunosa por devolverlas a su condición femenina: por recolocarlas en servicios de limpieza de economatos, comedores, oficinas; o como recaderas o lavanderas o criadas domésticas de las señoras de los ingenieros y altos cargos; o por enviarlas por fin a los encantos del hogar y los aromas del adjetivo mujer para poder convertirse al fin ellas también en mi señora, aunque siempre bajo estrecha vigilancia para que, en un descuido, no se convirtieran en chupasangres de sueldos, como le ocurrió con la loba con la que se había casado al pobre minero de la canción:

 
lourdines.jpgSoy un probe mineru
me duel el decilo,
que con mis esfuerzos
tengo que ganar
el pan pa mis hijos
y pa mi señora
y yo como un esclavu
nun merezco na...

En Abril de 1973, el entonces presidente de Hunosa, José María Guerra Zunzunegui tiene para Nuestras mujeres ante el reto del progreso los siguientes planes de futuro:

 
Las mujeres de los mineros han debido luchar en la superficie casi con tanta dureza como sus maridos y sus hijos en las entrañas de la tierra. Pero ahora tienen que batirse en un terreno distinto, no menos difícil y mucho más alentador. Son ellas las encargadas de arrinconar para siempre la antigua e insatisfactoria imagen de los hogares mineros, convirtiéndolos en la expresión de lo que hoy es realmente el minero de Hunosa merced a las conquistas sociales conseguidas con tanto esfuerzo. Que el minero pueda disfrutar de comodidades domésticas, depende en buena medida de la inteligencia, de la sensibilidad y de la habilidad de las mujeres. El progreso propone a las mujeres este gran reto. Yo estoy seguro de que saldrán victoriosas. Los hombres de Hunosa tenemos fe en nuestras mujeres. Ahora corresponde a ellas demostramos que no nos equivocamos.

No es de extrañar que en 1984, cuando los hombres de Hunosa convocan plazas de ayudantes mineros y ven que entre las solicitudes aparecen las de numerosas mujeres, se sientan traicionados en su fe. Igual que los entregados dirigentes de C.C.O.O. y UGT., siempre velando por los intereses de los más débiles y que trataron de frenarlas por todos los medios. Pero el problema era que ahora a esas mujeres les daba igual lo que creyeran o dijeran de ellas ni los periódicos ni los dirigentes obreros ni ese puñado de hombres y mujeres que iban cada día a la boca del pozo a insultarlas y a boicotear su incorporación a un trabajo al que por fin accedían con sueldo entero y pleno derecho legal. El problema era que ahora esas mujeres habían asumido la dignidad femenina del adjetivo mineras. El grave problema, para quienes llevaban tantos siglos prestándole significado a la palabra mujer, era que ahora, por fin, Perséfone se había decidido a reivindicar su derecho a un lugar en ese reino de Plutón al que un día había sido raptada, raptada por la necesidad pero al que, desde entonces, desde que entró por primera vez en una mina y probó con su cuerpo el primer grano de carbón, estaba condenada ya a pertenecer: Ella también.
 


© Montserrat Garnacho, "Mujeres mineras" in Asturias y la Mina, Ediciones Trea, Gijón, 2000

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lunes, 9 de junio de 2014

GRACIAS A DIOS, TODAVÍA QUEDAN NIÑOS QUE LEEN LIBROS








ES BUENO QUE SE FAMILIARICEN CON LOS LIBROS, DESDE PEQUEÑOS











EL PAPEL DE LOS PADRES ES FUNDAMENTAL, PARA QUE LOS NIÑOS SE AFICIONEN A LA LECTURA







 





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